Y pensar que yo creÃa
que los Reyes eran magos,
que puntuales llegarÃan
a llenarme los zapatos;
abetunados de sueños,
de ilusiones y regalos,
entre el cinco y el seis de enero,
sin faltar año tras año.
Y pensar que yo creÃa
lo que creo todavÃa.
Y pensar que yo creÃa
que jugaba con el diablo,
presumiendo el primer dÃa
de mis pantalones largos;
una mano en el bolsillo
y jugueteando en los labios
ese primer cigarrillo
entre sublime y amargo.
Y pensar que yo creÃa
lo que creo todavÃa.
Y pensar que yo creÃa
que avanzar era lo bueno,
que avanzando llegarÃa
al final de los extremos;
a conocer lo prohibido,
lo vedado y su secreto,
lo que perdura escondido
atado a viejos libretos.
Y pensar que yo creÃa
lo que creo todavÃa.
Y pensar que yo creÃa
que el amigo verdadero
es el que siempre confÃa,
es el que no anda con peros;
que para echar una mano
de cualquier forma se apaña,
sin reclamar nada a cambio,
sin picardÃas ni mañas.
Y pensar que yo creÃa
lo que creo todavÃa.
Y pensar que yo creÃa
que aferrado a mi salterio,
en sus notas llegarÃa
a descubrir el misterio;
que las palabras sencillas,
cuando se dicen en serio
suelen hacer más cosquillas,
que el más grave magisterio.
Y pensar que yo creÃa
lo que creo todavÃa,
lo que creo todavÃa.
que los Reyes eran magos,
que puntuales llegarÃan
a llenarme los zapatos;
abetunados de sueños,
de ilusiones y regalos,
entre el cinco y el seis de enero,
sin faltar año tras año.
Y pensar que yo creÃa
lo que creo todavÃa.
Y pensar que yo creÃa
que jugaba con el diablo,
presumiendo el primer dÃa
de mis pantalones largos;
una mano en el bolsillo
y jugueteando en los labios
ese primer cigarrillo
entre sublime y amargo.
Y pensar que yo creÃa
lo que creo todavÃa.
Y pensar que yo creÃa
que avanzar era lo bueno,
que avanzando llegarÃa
al final de los extremos;
a conocer lo prohibido,
lo vedado y su secreto,
lo que perdura escondido
atado a viejos libretos.
Y pensar que yo creÃa
lo que creo todavÃa.
Y pensar que yo creÃa
que el amigo verdadero
es el que siempre confÃa,
es el que no anda con peros;
que para echar una mano
de cualquier forma se apaña,
sin reclamar nada a cambio,
sin picardÃas ni mañas.
Y pensar que yo creÃa
lo que creo todavÃa.
Y pensar que yo creÃa
que aferrado a mi salterio,
en sus notas llegarÃa
a descubrir el misterio;
que las palabras sencillas,
cuando se dicen en serio
suelen hacer más cosquillas,
que el más grave magisterio.
Y pensar que yo creÃa
lo que creo todavÃa,
lo que creo todavÃa.