Asfixia

Nuestros Propios Verdugos

Nuestros cuerpos se pudren, lo habéis conseguido.
El deseo se presenta una vez má¡s como algo ajeno.
Os lo habéis apropiado arrancá¡ndolo de nuestras entraá±as, desalmá¡ndonos, exponiéndonos con los pará¡metros má¡s mercantilizados.
El viejo patriarcado ha enterrado nuestro deseo, empujá¡ndonos a la pasividad. Simplificad=s a un trozo de carne, a objetos sexuales a merced de las masas.
Un ideario asfixiante enraizado en lo má¡s profundo de nuestro ser.
No sólo somos vá­ctimas, también nuestr=s propi=s verdugos.
Esto nos angustia, nos reduce a nada; vacá­=s. Y la desesperación se transforma en duda.
Dudamos si sabrá­amos ser nosotr=s mism=s. Sentimos miedo de acabar con esta humillación, aunque poco a poco entendemos nuevos conceptos.
Quizá¡s ha llegado el momento de pasar de la arcada al vómito.