Carlos Gardel

Galleguita

Galleguita, la divina, la que andás Plaza Argentina, que hallé una tarde de abril. Sin mas prendas ni tesoros que sus negros ojos moros y su cuerpito gentil. Hierba buena, eras honrada pero no te valió nada que otras calleron igual. Eras linda, Galleguita, esa es la primera cita, fuiste a parar al Pilar.
Sola y en tierras extrañas, tu caída fue ten breve, que, como bola de nieve, tu virtud se disipó.
Tu obsesión era la idea de juntar mucha platita para la pobre viejita que en la aldea solita quedó.
Pero un paisano malvado, loco por no haber logrado tus caricias ni tu amor, ya perdida la esperanza, volvió a su pueblo el traidor. Y en verdades de la vida, de tu viejita querida, le contó tu perdición. Y así fue que el mes pasado te llegó un sobre enlutado que enlutó tu corazón. Y ahí te veo, Galleguita, sentada triste y solita en un rincón del Pilar, y la pena que te mata claramente se retrata, es tu palidez mortal. Tu tristeza es infinita, ya no sos la Galleguita que llegó un día de abril, sin más prendas ni tesoros que tus negros ojos moros y tu cuerpito gentil.